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Festejos Patrios: luciendo “pilchas” y destrezas.

9 Jul

Aparentando ser una fría y común tarde de otoño, desde lejos cuál imitando a las chicharas del verano, los encantadores relinchos de los caballos y el clima festivo anuncian la conmemoración de alguna fecha patria.

Entre baquianos jinetes, tropilleros y hombres de campo el clima de fiesta es evidente. Como no podría ser de otra manera, porque la gente del interior acostumbra a vivir las fechas patrias como una verdadera “fiesta”, aprovechan la excusa para rescatar costumbres y tradiciones que en lo cotidiano de la vida moderna muchas veces parecen olvidarse.

En este caso la previa a los festejo del 9 de Julio, giran en torno al acondicionamiento de pilchas, aperos y recados. El desvasado, tusado y rasqueteado son tareas claves para relucir la belleza característica del principal protagonista de la fiesta. Este noble animal que sin dudarlo es herramienta de trabajo, que es deportista, que es orgullo de familias, que es objeto de deseo y admiración de muchas personas, el caballo.

La jornada de los festejos del día de la Independencia comienza con el tradicional desfile de los centros tradicionalistas por las principales calles del pueblo. Con banderas y diferentes distintivos celestes y blancos, los vecinos se encuentran reunidos en las veredas, observando detenidamente el pasar de los prolijos aperos y brillosos chapeados que lucen los orgullosos jinetes.

Por la tarde, después del esperado asado en familia, el contexto patriótico parece ser la excusa perfecta para divertirse y mostrar las criollas aptitudes en los tradicionales deportes gauchescos.

Comenzando con la jineteada de potros reservados, donde los jinetes deben aguantar sobre el lomo del bagual (un caballo sin domar), durante un determinado lapso de tiempo que dependerá de la categoría en la que estén demostrando su destreza. La llamamos “jineteada” y no “domada”, tal como resalta el cantor José Larralde en su popular prosa, ya que muchas veces, mal se utiliza el término de ”domada”, siendo ésta la que se refiere puramente al arte de la doma, o amanse del caballo.

“Pa´usté, señor, pa usté que sabe tanto

pa usté que cuando llega a una fiesta

de esas fiestas gloriosas de mi tierra

o, simplemente una doma que le llaman

que de doma, señor, no tiene nada

porque el que sabe la llama jineteada…”

La tarde de festejos sigue su rumbo, entre mates y pastelitos muchos jinetes participan en las carreras de sortija, o las cuadreras. La primera, tradicional juego gaucho del campo rioplatense, donde los competidores después de una acelerada carrera de aproximadamente 100 metros, parados sobre los estribos de sus recados con la punta de un palillo o puntero que lleva en su mano en alto tienen que ensartar una pequeña argolla atada de una cinta y colgada de un arco de unos 2 o 3 metros de alto. El que más sortijas enganche en sus corridas, será el ganador, quién logrará demostrar su baquía y seguramente llevarse algún premio, pero éste ultimo nunca será tan importante como demostrar su gaucha capacidad, o lograr la admiración de alguna bella paisana.

Las Cuadreras son carreras de a caballo con 2 participantes. Por lo general se corren sin gatera y en pelo o con un pelero. Los caballos que se utilizan son mestizos, o pura sangre, y los participantes pueden largar de 2 formas: en seco, los caballos arrancan de parados, teniendo  la ventaja que puede tomar el caballo con mejor picada; y partiendo, donde los «fletes», prodigiosamente conducidos, largan a un galope leve hasta que los hocicos se emparejan y toman la carrera.

Si uno de los equinos tiene evidente ventaja y el dueño lo desea, le da una «luz» de ventaja que se medirá acortando el largo de la pista del caballo desfavorecido. El sistema de llegada se calcula poniendo un hilo muy fino (fácil de cortar) llamado «muñeco» que dejará caer una trabilla. La trabilla que queda debajo pondrá al descubierto al vencedor.

De esta manera, la jornada de festejos patrios va llegando a su fin. Los “fletes” después de un largo día deportivo, regresan exhaustos a sus corrales o potreros, mientras los jinetes, continúan la celebración entre zambas y chacareras con sus bellas paisanas, luciendo sus pilchas gauchas y seguramente con algún trago de más haciendo alardes de las destrezas e incomparables capacidades, de su fuel amigo, el caballo.